lunes, 16 de marzo de 2009

Ehhh...¿doctor?

enfermedad.
(Del lat. infirmĭtas, -ātis).
1. f. Alteración más o menos grave de la salud.
2. f. Pasión dañosa o alteración en lo moral o espiritual. La ambición es enfermedad que difícilmente se cura Las enfermedades del alma o del espíritu
3. f. Anormalidad dañosa en el funcionamiento de una institución, colectividad, etc.

Si, llevo una semana sin publicar, y pensareis que es por mi estado permanente de pereza. En parte, lleváis mucha razón, pero la razón en la que me escudo es por enfermedad, una faringitis que me ha tenido en jaque poco más de 5 días, y que aún hoy sigue dando un poco por culo.

Y hoy os vengo a hablar de algo que llevo tocando de cerca bastante tiempo, la ineptitud de los médicos, y de la mayoría de la gente en general. El jueves pasado anduve en urgencias, más malo que el tang con leche. Primero he de decir que llame por teléfono y me atendió un doctor sudamericano, cubano, posiblemente o puerto riqueño, no supe diferenciarlo bien con 40 de fiebre, cosa que en principio no me preocupó. Craso error, le tenía que haber hecho caso a esa voz sensata que habita en las casas, el de las madres, de la cual sonó una frase:

-Yo no me fio ni un pelo, que quieres que te diga.

A lo que le recriminé:

-Joder, ese hombre tendrá su título.

Tras veinte minutos de camino en coche me planto en la consulta de guardia y veo en persona al…¿medico? Entro en la consulta, y le describo los síntomas. Meditó un rato y sin saber porque, empezó a preguntarme sobre mi vida personal durante unos minutos hasta que me examinó. No voy a entrar en todos los detalles, pero recalcaré en las cosas más chanantes y las frases más irreverentes:

-No te veo nada… (Frase muy alentadora cuando estas así y tras haber visto 4 temporadas y media de House)

-¿Tu el cuello… lo has tenido siempre tan ancho? ( No lo sé, no me da por medirme la anchura del cuello regulablemente… )

-Eres un chico sano y fuerte ¿eh? ( No, soy un chico enfermo y que está hecho mierda, sino estaría en mi casa tocándome los cojones)


-Te he encontrado dos ganglios sueltos muy sospechosos… bueno no, en realidad no, no se, no creo que sea nada, quizás de otra enfermedad. (Otro dato muy alentador doctor, me voy muy pero que muy tranquilo a casa, gracias)

-Bueno, sigo sin encontrarte nada, a ver. Di 33 (¿Qué diga qué? ¿Eso es de verdad que lo hacen los médicos? Creia que era una leyenda urbana y de chamanes anteriores a la revolución industrial, de los que ¡operaban sin anestesia porque no existía!)

-¿Tu como te ves la tensión? ¿Es baja? ¿Siempre la tienes así? (¿He estudiado medicina? O mejor ¿En qué feria ambulante de carretera te han dado el título de medicina?)

Tras esto y más cosas que ahora mismo no recuerdo del todo bien dijo la ultima frase que terminaría de alegrarme la noche.

-Yo no te veo nada extraño, a no ser que se me escape algo. A ver como pasas la noche, y ya vemos mañana que se hace. (¿Hacer el que? ¿Llamar a la funeraria?)

Moraleja: Eviten ponerse malos, les puede salvar la vida.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La ley del valiente olvidadizo

llover.
(Del lat. vulg. plovĕre, y este del lat. pluĕre).
1. intr. impers. Caer agua de las nubes. U. menos c. tr.
2. intr. Dicho de algunas cosas, como trabajos, desgracias, etc.: Venir, caer sobre alguien con abundancia. U. menos c. tr.
3. prnl. Dicho de una bóveda, un techo o un cubierto: Calarse con las lluvias.


resfriado.
(Del part. de resfriar).
1. m. Destemple general del cuerpo, ocasionado por interrumpirse la transpiración.
2. m. Enfriamiento, catarro.
3. m. Riego que se da a la tierra cuando está seca y dura, para poderla arar.

Vuelven las lluvias, vuelve el frio y nosotros gilipollas confiados íbamos por la calle en mangas cortas confiados, tomando las cervecitas tumbados en el césped cogiendo moreno al sol cual lagarto del desierto. ¿Qué ha pasado? Resfriados a tutiplén. Es la llamada ley del valiente olvidadizo, os la explico:

La ley del valiente olvidadizo suele venir tras épocas de bienestar que nos hace olvidar de lo mal que se pasaba cuando las pasábamos putas. A lo mejor con unos ejemplos cotidianos lo pillais.

-Como primer ejemplo podemos tomar el porqué nos hemos resfriado tanto imbécil. Hemos tenido una semana de sol lo que se traduce en calorcito por aquí en el sur, pero nos advertían de que las cosas cambiarían. Es ahí donde se pone en marcha la ley del valiente olvidadizo y que nos advierten del frío y nosotros diremos algo como- Anda, si ayer hacia un día cojonudo, si total, ya frio por aquí no va a hacer- y sales a la calle cual guiri.

- Otro caso de la ley del valiente olvidadizo es cuando compramos un mueble nuevo de casa en el Ikea. La primera vez que lo hicimos juramos y perjuramos que en la puta vida compraríamos un mueble desmontado cuyas piezas tengan nombres ilegibles para la raza del Torpus Aspañolus. Pero como cuando vamos al Ikea después de un tiempo, volvemos a pensar- Si total, son 4 piezas de mierda con 8 tornillos, esto lo monto yo en un segundo, pim pam pun bocadillo de atún y listo- ¡Y una mierda! De las cuatro piezas, al menos 3 no sabes dónde colocarlas y de los 8 tornillos, te sobrarán 3, de los cuales si algún día vuelves a desmontarlo y montarlo te seguirá sobrando un tornillo más. Tras todo esto, volverás a jurar que no montarás un mueble en tu vida.

- Después de la comida de Navidad decimos que no volveremos a casa de nuestros cuñados porque son unos cretinos. Error, volverás al año siguiente queriendo enterrar el hacha de guerra, eso sí, en la cabeza de tu cuñado cabrón que nada más entrar por la puerta te dirá algo como –Joder, no perdona la edad, ¡más kilos y menos pelo!- Pero la ley del valiente olvidadizo entrará en acción al año siguiente.

Estos son algunos de los ejemplos para que podamos entender este modo de vivir que por desgracia ponemos en práctica todos en mayor o menor grado y que nos deja entre ver lo increíblemente gilipollas que podemos llegar a ser.

lunes, 2 de marzo de 2009

El valor de lo impagable

A menudo tenemos flashback sin saber porque, tan solo aparecen (más bien re-aparecen) desde lo más profundo de nuestra maltrecha mente para traernos a la memoria algo que nos ocurrió en el pasado. Estos recuerdos los podemos dividir en dos clases, los buenos y los malos momentos (es bastante lógico ¿no?) que pueden aparecer en circunstancias oportunas o inoportunas. Os pondré un ejemplo:


Oportunas: Un buen momento recordado en tu casa, es oportuno, o de cervecitas con los amigos que hacen parecer principios de frases épicas como –Ostias, ostias ¿os acordáis de cuando…? Hasta aquí no puede haber muchas dudas, ahora bien nos encontramos con el otro tipo de flashback.

Inoportunos: Aquí podemos sacar muchos tipos en circunstancias muy diferentes, pondré algunos ejemplos que seguro habréis vivido todos.

-Acordarnos de ese pedo mañanero, de ese que se levantan las sábanas para olerlo (los seres humanos somos así de guarros, pero es como lo de mearse en la bañera, nos reímos de Mercedes Milá pero todos lo hemos hecho) cuando estas solo por la calle y te entra la risa floja que no puedes parar aunque el resto de la humanidad piense que estas volado de la azotea.

- Estar en un funeral y acordarte de alguna fechoría que has hecho con el difunto y claro te ríes. En esta ocasión quedas como un puto sádico sin sentimientos.

-Estar follando y acordarte del último chiste que te ha contado tu colega del alma, obviamente empiezas a descojonarte. El único inconveniente es que esa noche tienes que acabar haciendo un 5 contra 1, pero ¿y lo que se ríe uno?

No se, podría seguir con algunos ejemplos más, pero me gustaría contaros un flashblack que me acaba de venir en uno de los momentos del día en los que uno piensa más. Efectivamente me refiero al ir de vareta, al plantar un pino, a la de jiñar, evacuar... y un largo etc ya que el español es un idioma muy rico a lo que guarrerias y tacos se refiere:

Para contar este flashback nos remontamos a una noche del año 1996, siendo yo un niño que se encontraba de vacaciones en Madrid con sus tíos. Pues bien, esa noche estaba con mis tíos en una inauguración de un bar de unos amigos y las horas pasaban entre copas para los mayores y tristes coca-colas para mí hasta que solo quedamos 4 personas en el bar, mi tia, un hombre muy, muy borracho que hablaba mucho conmigo, la camarera y yo. En una de las incoherentes conversaciones que intentaba mantener conmigo saca un mechero Zippo y me dice.

-Chaval, este mechero perteneció a mi abuelo que murió en la guerra civil defendiendo los ideales que tenía y que unos hijos de la gran puta le querían arrebatar. Y no sé, quiero que lo tengas tu, pero con la condición que lo cuides siempre y lo lleves siempre encima y defiendas lo que este mechero representa.

Claro yo siendo un renacuajo de 9 años, entendía más bien poco de todo aquello, aunque es posible que me marcara subliminalmente ahora que me paro a pensar. Yo no sabía que me había dicho ese hombre, pero yo cumplí la promesa de llevarlo siempre encima. Pasaban los minutos y ese acto sentimental había mermado la labia del borracho que hasta hacía 4 horas no conocía de nada y en ese momento me regaló un mechero de 50 años que había ennegrecido pulmones de 3 generaciones diferentes. Yo lo veía reflexionar y pasarse mucho las manos por la cabeza, y con ganas de decirme algo, que no se que podría ser, realmente ese tío me daba un poco de miedo si os digo la verdad. Hasta que finalmente se decidió y dijo una de las frases que más me pudo marcar por aquellos años.

-Chaval, he pensado mejor y… ¿Si te doy 5.000 pesetas me devuelves el mechero?

Y he deciros amigos, que yo nunca he tenido un Zippo… Y una vez tuve en mis manos un billete de 5.000 pesetas, de los de la cara de Colón...que tiempos.